30 de abril de 2013

LA LUNA Y LAS ESTRELLAS PUEDEN GUIARLOS GENTILMENTE

En los sueños del delta, suspendido entre atmósfera y nubes con un casco blanco, flotando en caída libre, tan libre, sonriendo al destino capaz de cualquier cosa.

Cayendo sin remedio, sin ton ni son, sin manchas, directo a un solo destino. "¡Cretino!", "¡Hijo de Puta!", "¡Mierda!", "¡Infeliz!"... El seguía sonriendo tan lejano, allí en caída libre,

tan libre.
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Átomos chocando por la vibración de la música, los electrones haciendo el amor para llenar los vacíos, formas parejas fuera de lo común, así se completa el experimento...

una explosión,

conmovedora escena
del mundo atómico.
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El Norte tiene promesas cálidas, pero me siento mejor con el frío del Sur, mi corazón necesita estar sumergido en la penumbra de los bosques, en la blancura de su suelo, enredado en sus raíces eternas. Las nubes sin fin anuncian mi llegada y el rocío de la mañana despierta a los que me esperan. Salen a la superficie o se escabullen de sus guaridas para saludarme, a pedirme la bendición trayendo a los más pequeños para que les conceda el nombre que han de llevar.

A veces, cuando el sol se digna a salir, me desprendo de mis vestiduras para entregarme al Rito de Restauración, cuyo único propósito es restaurar el poder, y prueba de ello son los retoños crecidos alrededor de mis alpargatas.

Por las noches llamo al fuego para que ilumine los corazoncitos de los pequeños, les cuento historias antiguas de gauchos guerreros, luz mala y fantasmas, también historias sobre la sabiduria de la naturaleza y de la falta de fe de la capital. Abro un poco las copas de los árboles para que vean el cielo oscuro e infinito y así enseñarles a leer los astros, por si algún día se pierden.

Andrés Benitez

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