29 de junio de 2011

PIERNAS JUNTAS



Me he dejado llevar por el verde de la naturaleza, siendo que está lejos de llenar los vacíos de mi interior. No es que no tenga la fuerza, sino que en la ciudad maldita del pecado no es un color que pueda llevar en mi estandarte.

Por eso el fuego ha quemado mis nervios en su totalidad, y en el cenit de las llamas el rojo inundó mis fronteras. Todo se tornó de ese color.

Subí las escaleras y la invitación me llevó a un sillón de color rojo. Las paredes eran coloradas, entre ellas, cuadros de paisajes verdes, azules y marrones. En efecto, todo parecía rebelarse a los retratos de existencias lejanas, en armonía, un invitación que se extendía desde el sillón como epicentro y todo lo que había a su alrededor, giraban como órbitas celestes.

La templanza tomó forma de luna, la luna tomó forma de felino. Sin manchas, la luna jugaba con los restos de mis pasos cansados, mis ropajes eran el señuelo que buscaba con ansias esa noche. Y fue ahí que, en la observación del fenómeno celeste, el rocío de una estrella roja que pasó por mi izquierda me conquistó. Perseguirla fue mi condena y mi bendición, abandoné la luna en su búsqueda. La estrella con calzado de tango dejaba una estela brillante a cada paso, al compás del bandoneón.

Así era el rito, interminable y corto, cuando el calor de los soles empezaron a calentar las velas del barco, vino la lluvia. Con ella la brisa acompañada de las luces de tus ojos.

Mientras, el rocío flotaba como partículas de luz en la oscuridad de la tormenta. Pero ésta vez no te despedí, no quiero que te alejes de nuevo. Y en tus ojos, veo esa sonrisa que ensancha tus mejillas, me quedo atado de pies y manos a tus pensamientos. También sonrío, suelto mi espada y beso tus manos, es que al volverte a ver renació mi devoción. Tantas luchas y sangre, guerras y caídos, llegas con tus piernas desnudas a desarmar mi realidad a voluntad. Abres la boca y la continuidad de los hechos al fin tiene sentido. ¿Será que eres mi Atenea o eres la sirena que oculta bajo sí los secretos de la Ciudad que Duerme?

Y sentí que no había terminado de atravesar la tormenta, porque tu fuego me insensibiliza. Ahora el huracán golpea mi rostro, y sigo mostrando los dientes a mis desquiciados reflejos en la calle. Entonces entro al bar y estabas ahí, sentada con tus piernas juntas mirando el mar por la ventana, no te percatas del ruido, ni de los latidos del cielo, que pregonan mi adoración a tu sonrisa.



Andrés Benitez

23 de junio de 2011

ESPACIO PARA LAS PALABRAS

1.


Pienso muy bien en tu presencia,
será que me sale muy bien
afirmar mi personalidad mientras
estés presente.

¿Y no hubiera sido mejor,
a pesar de toda esa ira contenida,
que no estuvieras en mi vida?

Te daré una respuesta didáctica,
si es que así lo deseas
si es que así tu credo te lo pide.
Soy y seré aquel que se rebele
a tus reglas,
a tus preceptos,
a tus leyes,
y a tus medias de red.

Aún así, te pido perdón...
pero todavía estoy
enamorado de tu encanto.

2.



Los claros están llenos de bestias de metal y de aluminio, engranajes y pistones, contra natura del ser humano. Las mentes dominantes, las han convertido en extensiones de nuestras piernas.

Y ahí estabas, paseando frente a ellas. Las bestias te adoraban, ninguna osaba amenazarte. El transe era total, ya que no había interferencia en el sol que iluminaba únicamente tu sonrisa. La inmensa urgencia de poseerte me hacía ver líneas a tu alrededor, que se volvían cursivas y luego, se transformaban en palabras.

Así es como te conocí, y así es como te dejé ir.



Andrés Benitez

20 de junio de 2011

PARTIR AL AMANECER


Vientos de lejanía asoman, torpes brincos de mis pies sobre las piedras del acantilado, quiero ver abajo pero la pendiente es muy empinada.
Lentas olas golpean la pared de rocas constantemente, el sonido rugiente de la marejada con el viento arreciante de tormenta llena todo lo demás. Ahí se encontraba mi mayor enemigo, esperándome en la punta del acantilado con su espada, su escudo y su armadura, se reía por debajo de su yelmo y podía oír su risa pese a los relámpagos que iluminaban la oscuridad que se cernía.
Caía la noche. Estábamos los dos enfrentados sin decir palabra. Solo la lluvia hacía sonidos que, combinados con el viento y la naturaleza del lugar, parecían voces clamantes del inframundo.

-Aquí estoy, como pediste. Enhorabuena te he encontrado para hacerte saldar tus cuentas. Tu sangre bañará el filo de mi espada y a partir de ahí nunca más existirás en este mundo. Tu camino te ha traido hasta donde estás, tus pecados más horrendos ¡se acabarán esta noche!

-Y... ¿Por qué tanto odio? Acaso toqué alguna fibra íntima de tui. Cuando te refieres a mis pecados, ¿a cuáles te refieres? Quizás haya alguno con el que te puedas identificar, tal vez sean los mismos que dieron poder a mi espada. Y si Dios quería que yo existiera, hizo un gran trabajo conmigo. Mírate a ti mismo y dime si eres Santo para venir ante mí a blandir tu espada, porque no estás preparado para enfrentarme. No todavía porque no es tu tiempo.

Tan pronto dijo esto, el Oscuro se vio obligado a esquivar una estocada que, de haber impactado en su pecho, lo hubiera matado en segundos.

-¡Ja! Parece que no sabes manejar tu espada más rápido de lo que hablas.

-Puedes fijarte, si es que eres tán rápido, ¿quién está... - en ese instante desapareció. No sabía dónde estaba. Todavía sostenía mi espada cuando lo oí -... detrás de ti?!

Atravesó mi pecho a la altura del hombro. Me desmayé debido a la pérdida de sangre mientras sentía su aliento a la altura de mi cuello.

Use bastón por un año y medio en el hogar de quienes me encontraron, hasta que pude volver a blandir mi espada a la perfección. No pude tomar la vida de ese ser, era más fuerte y veloz que yo.

"...no es tu tiempo."

Esa es la frase que se solidificaba por toda la habitación. Una oportunidad para ser fuerte e ir en su búsqueda. Seguir cabalgando para hallarlo y finalmente acabar con su miserable vida, esa vida que acabó con todo lo que yo conocía, sepultó todos los motivos por los cuales tenía sentido seguir viviendo.
Pero irrevocablemente soy caballero, mi única razón para existir ahora es atravesar con mi espada el corazón del Oscuro.

-¡Escudero! ¡Alista mi caballo! Partimos al amanecer.





Andrés Benitez
(Colaboración: Carlos Horacio Audino)

5 de junio de 2011

LUGAR COMÚN

Se esfuma y reaparece sin avisar, repetitivamente realiza el acto de morir y renacer a lo largo del largometraje que es el viaje. La ventana por la que observo los rostros de desconocidas almas es la portadora de las luminiscencias del más allá.

Y sigo aquí, viendo el cristal mientras se desarrollan los momentos de suspenso, amor, sosiego y felicidad. Sólo hasta el momento que me toque bajar.

Los pensamientos pueden mezclarse con el lugar, se materializan como cuando en Star-Trek se transportaban desde la nave a un planeta. Pero la mejor manera de explicarlo es saber que los espacios no son nada más que una parte del pensamiento. Me doy cuenta de esto cada vez que inicio una aventura, estar en el lugar correcto en el momento correcto es la aventura, buscar el lugar donde uno verdaderamente se sienta conectado con los pensamientos y las ideas. Simplemente vivir cada minuto de la aventura, cuando lo ameriten las circunstancias.

La aventura es solitaria, no todos tienen ganas de vivir la aventura del otro. Pero los que se sientan a gusto de vivirla, estarían encantados de cabalgar esa historia. El humo y la cerveza se combinan de forma perfecta en la dimensión que se crea a cada paso, no tiene sentido volcar al rey en el jaque-mate, porque éste aunque haya perdido todo, no ha perdido la vida. Los pensamientos y el espacio se funden para generar el Limbo, el lugar donde los sentidos y las ideas se materializan llenándolo todo.

Y en la ausencia de aventuras es cuando las penas se regulan a sí mismas, comienzan a mover los engranajes y el Limbo se desarma hasta sus bases. El sueño desaparece y ella también, se vuelve borrosa y se resquebraja lentamente, mientras sus ojos no dejan de mirarme. Luego, en el instante de quietud, la veo humana y con su mirada perdida en otro lugar, a partir de ahí, las historia irremediable e indefectiblemente continúa sin mí.




Andrés Benitez

2 de junio de 2011

Un sol que juega a las escondidas





Quien quiera tomarle la mano a tu corazón, deberá entregar todos los sentidos al rapto de una noche eterna y de un sol que juega a las escondidas.
Sin embargo no es posible en su totalidad, antes hay que pasar incontables fauces en la selva de la soledad, recorrer descalzo los asfaltos y sumergirse en ríos de desamor.


"¿Cuánto falta?"


No hay respuesta para ella todavía, la radio cortó la transmisión.




Andrés Benitez