11 de abril de 2011

MEDIANERAS

Cruzado Luthier
            A veces la crónica se distingue por sí sola, la velocidad la define y las palabras que elige el narrador le dan forma.

            Hay varios personajes en esta “Crónica del Bafici”, que iremos descubriendo junto a los personajes secundarios generadores de sonrisas.

            A las seis de la tarde me dispuse con las zapatillas y el morral, me cargué un grabador, un cuaderno, una pluma, “El escritor y sus fantasmas” de Ernesto Sabato, tres armónicas –por si acaso-, “Método de Lectura Gradual” por Domingo F. Sarmiento y puchos. Es gracioso pensar en la utilidad de cada cosa que el morral contiene, con las armónicas puedo imaginar un cruce con una guitarra made in Palermo pero con lo demás, me quedo corto en la fantasía.

            Antes de proseguir debería hablar de eventos anteriores. Primero, la cancelación de un “Plan B” cuya justificación dejó mucho que desear. Segundo, amiga en Puerto Madero haciendo un “TP”. Tercero, la pileta sigue siendo barata, está $80.- pileta libre, cuatro veces al mes. Cuarto, la música cristiana apesta, hay buenos músicos pero tienen una limitación, “Dios”. Quinto, es bueno tener un vecino luthier y que además, enfrente la soledad de una manera parecida a la mía. Sexto, compañero de juerga en capilla. Séptimo y ultimo, poner todo por escrito al final de la jornada.

            Volviendo al hilo argumental, no todo estaba perdido porque Vecino y Vecino se transformaron en guerreros para enfrentar la noche porteña, uno seguía al otro, uno promocionaba el evento cultural y al otro le parecía genial y novedoso. En fin, se partió a destino tarde, más exactamente a las 19 horas, cuando la película “Medianeras” en realidad empezaba puntual –después lo pudimos confirmar- a las 19.30 horas. Una buena espera tuvo que pasar el Saladino Sasquatch, la fatiga de una batalla anterior hacía que el Cruzado Luthier tardara, este último no salía de la ducha.

            Bajé directamente, y me detuve a observar el panorama, el clima, las personas, el destino, el sentido de la vida, “Medianeras”, la fotografía de “Medianeras”, los lugares comunes, el deja-vú, el desafío carpe-diem, los pasos, la manera de caminar, el ciclo de la vida, la vida in situ, la escritura, la muerte, todo esto mientras miraba minas. De pronto, detrás de mí un gordo gigante con chomba y pantalón claro, melenudo con canas, junto con otro viejo pelado, canoso por “los costados”, remera roja y jean, llevaban lo que parecía un colchón negro gastado y pesado encima. Lo llevaban con esfuerzo pero no parecía pesado, decían cosas como “¡Dale Gordo! Un poquito más y llegamos” o “Ahí, pará que descansamo”, lo normal, pero no lo era porque el trayecto del ascensor al container de basura era muy corto. Era sospechoso. Los observé detenidamente, llegué a pensar que estarían cansados por desarmar algún mueble o, como mi paranoia me indicaba, podrían estarlo por haber asesinado a dos personas y, por qué no, haberlos descuartizado para que entren en el colchón. Seguro estarían sedientos después de haber forcejeado con las victimas. Hasta podrían haber estado intimando entre ellos antes de bajar a la Planta Baja, y ésa es una muy buena hipótesis ad-hoc.

            Bajó el Cruzado y salió a la puerta donde me encontraba. Y fue en el mismo momento que depositaban el colchón negro en el container.

            -¡Al fin! Qué pesado estaba. -gritó el pelado- parecía un muerto lo que estábamos llevando.

            -¡Shh! –y tomándolo del brazo, el gordo le dijo al oído- No digas eso en voz alta, no ves que la gente puede pensar que es verdad.

            ¿Falta alguna prueba? Podríamos pensar que simplemente fue un chiste de mal gusto, y con los detalles que les di, ¿no les fueron suficientes? ¿Verdad?

            A como si esto fuera poco, el pelado golpeaba el colchón con sus puños. Ahí, ya para ese momento luego de ver todo, nos estalló la cabeza. Simplemente había que partir, caminamos a la parada del colectivo, tomamos el 8 hasta H. Irigoyen y Lima. Pudimos sentarnos cuando subimos, el Cruzado lo hizo primero, luchó y ganó, luego flanqueé un asiento en el fondo y vencí. Parece que esa batalla nos costó más de lo esperado, porque al poco de sentarnos nos invadía el sueño con ataques terribles y sangrientos. Era la lucha mental de no caer, de no perder, de luchar, de no abandonar el cuerpo, de seguir avanzando sobre el enemigo con lo único que tenemos, la fuerza de la voluntad. De trascender la realidad presente, despojarse de las armaduras para sentirse más ligero y seguir en el fragor de la batalla. Sólo se empuña la única, o únicas, espadas del Ser, uno mismo las forja, elige el mineral de las bases del profundo Inconsciente, las calienta, elimina la escoria, vierte el contenido del gran horno al Molde de la Visión, enfría el metal candente con el agua del Sonido, la frescura de la tierra y los amores regalados que abundan en el Origen de los primeros recuerdos. Se afila en el terreno de la vida, en el día a día con las victorias y los amores rescatados, pero a veces se pierde y la espada pierde su filo en la tristeza. En este pensamiento me dormí, más bien, cabeceé.

            Llegamos a H. Irigoyen y Lima, cuando empezamos a caminar ya hablábamos de comprar algo de tomar y de la película, caminamos bastante, recién pudimos comprar las bebidas pasando avenida Corrientes, hasta ahí habíamos caminado más de lo que creímos. Caminamos, caminamos, la cosa es que parecía muy largo el trayecto o nos parecía eso. Nos cruzamos muchos turistas, eran las 19.45 horas en Lavalle y C. Pellegrini, todos los gringos afuera con sus lenguas y expresiones, fue grato ver la variedad de personas que uno no ve a diario, lo feo fue saber que ellos vienen y no tienen ni idea de qué pasa más allá de sus hoteles y viajecitos. Eso es vacacionar, consumir turismo sin tener idea de nada, aunque lo que me gusta es ver a mi generación, mejor dicho, la generación del ’90, han logrado viajar sin ser turistas, son viajeros. Es lindo eso, es un aprendizaje de profunda vitalidad, si no lo hiciéramos fomentaríamos el etnocentrismo característico del ser Argentino, somos Americanos. América de Sur. Una misma tierra hermanada. Pero a mi me gusta el frío, así que me voy al sur y escapo de la guerra, aparte tendría agua pura cerca (eso es relativo). Un poco vago ¿no? Supongo que si me acompaña alguien iría pa’ el norte, que sea útil, que siempre tenga un ancho de espada en la tercera vuelta. Todavía lo busco, y me encantaría que sea una señorita. No piensen mal, hay una realidad técnica: ellas son bonitas, tienen carisma y son mujeres. ¿Algo más? La respuesta es, con todo respeto y analizando experiencias, cuando están difíciles las cosas en algún punto, ellas siempre tienen un ancho de basto, en este caso, estratégico y si por si acaso faltase. Volviendo a la historia, finalmente llegamos.

            -Detrás de esa casa está la pantalla –dije.
            -¿Vos decís?
            -No sé, estimo. ¿Vos decís?
            -No sé.

            En efecto, la pantalla estaba pasando la casona en Cerrito y Juncal. Había gente sentada en el pasto, sillas (todas ocupadas), y la película proyectándose, era la función al aire libre.

            Ahora tengo que hablar de la película, se llama “Medianeras” que, si bien la agarramos comenzada, era la metáfora de que ésas “medianeras”, que son la cara sucia de los edificios, son elementos creados por nosotros mismos (la sociedad) para no poder ver al otro que está cercano. También es una historia de amor, de personas que son cercanas, la medianera tapa sus caras y, por ende, desconocidas entre sí. De cómo también uno, hombre o mujer, enfrenta la vida después de una separación y la búsqueda de aquella persona que vuelva a enamorarnos. Pero éste no es el punto principal, lo que me llamaba mucho la atención para verla era la fotografía de la misma. Te lo puedo explicar, ¿viste esas películas contemplativas con trama simple y grandes imágenes de ciudades cosmopolitas como Paris o New York con sus lugares comunes característicos? Ya sé que parece una pregunta de examen, pero es vital contestarla. Más allá de la respuesta, no hay que abandonar la posibilidad de verla, es una película muy linda visualmente, un buen y colorido largometraje sobre la ciudad de Buenos Aires. Cuya mirada es ver los lugares comunes que uno transita usualmente.

            Ya sé que maté la película con la pregunta, es una buena película, es una cinta que personifica los ideales de lo que fué –o tal vez, lo que nos quedó sin remedio- la generación del ’90.


Andrés Benitez