23 de octubre de 2012

14 de agosto de 2012

La claridad del Hecho






         Ni aun con la vida habitando en el interior, cerró los ojos para nublar la realidad. Olvidó el antiguo sol de las noches y la luna de los días, donde había flores por doquier y el lago profundo se mostraba majestuoso. ¿Por qué recordarlos? Es que así oscurecía las cosas y no dejaba ningún espacio para la acción. No dejaba que nada pase esa barrera, tan alta como las paredes de su habitación. Todo estaba diseñado para evitar que la niebla gane terreno. Pequeñas batallas en el mundo atómico de esta dimensión poblaban el aire.

         La claridad del hecho de no estar en un sueño es una fuerza imparable, el sentido de la vida queda reducido a una simple línea recta, estática, condenada a lucir indiferente fuera del círculo, en el caos. 

Mientras, olvidaba que la que habita en su interior  es la vida.



Andrés Benitez

2 de abril de 2012

Elixir








La barcaza estaba llena de almas que lamentaban sus presente existencia y yo, delante de ellos remando. Las maderas crujían pero era indudable su fuerza, es que el movimiento del río nunca cesa y los viajantes parecen marearse, menos su timonel.

Recuerdo que levanté a estos seres en la playa. Algunos venían arrastrando su llanto desde allí, otros habían perdido su mirada en quién sabe qué cosa, hasta había algunos que contaban anécdotas de lujuria, guerra, conquista y demonios. Seguro esos últimos irían al noveno círculo.

Sin embargo, en el pasado sólo unos pocos lograron captar mi atención, ahora las almas son vacías y hace mucho que no tengo contacto con un mortal aquí. Eso me aburre porque no puedo enterarme de nada proveniente de la superficie, sólo escucho llantos, gritos, lunáticas risas, hasta insultos a mi persona. Yo no tengo la culpa del destino que les toca, simplemente soy el barquero que los cruza.

En extrañas ocasiones he tenido que arrojarlos al río por hacer ruido, escupir y amotinarse en alguna esquina de la barcaza, perdiendo para siempre el preciado cargamento. Obvio que recibí mi castigo, fuí crucificado hasta el drenaje completo de mi sangre frente al jefe, en la plaza principal, pero eso no es nada comparado con el tormento que les espera a estos seres infames.

Infames torturando infames, locos endemoniados siendo flagelados por verdaderos demonios sedientos de sangre, lágrimas y desesperación. Porque ése es su elíxir. Con él sobreviven y procrean, con él alimentan a aquel que descansa en lo profundo de ésta prisión esperando con ansias ser liberado, su Rey que es como la doncella que se prepara para su hombre en el lecho caliente del pecado.




Andrés Benitez

9 de enero de 2012

RENACIMIENTO DE MILES DE PALABRAS NO DICHAS




     Cuando la carne se funde en el calor de los besos no queda más remedio que  forzar el gemido de placer. Inventado o no, la respiración se altera y los suspiros toman el color rosado de las paredes húmedas del corazón, las presentaciones y máscaras se vuelven opacas e incapaces de sostener el muro que separa a los géneros en guerra.

     La piel se regenera y se une, con nervios y todo, al rito de corrupción y renacimiento de las miles de palabras no dichas. Pero son sólo los ojos las puertas de la verdadera verdad, que se oculta tras las gotas de sudor.

     Las prendas molestan y son deshechadas por sus dueños, ya no existe la necesidad de tapar la denudez, la perfección no usa ropa y tampoco la belleza tiene vergüenza de mostrarse tal cual es... así: simplemente bella.

     El sentido del olfato se agudiza y los aromas lo inundan todo, el cuerpo libera sus propios perfumes para avivar el fuego contenido, escondido detrás de la razón que todo lo condena.




Andrés Benitez