8 de octubre de 2011

PERSEO



    Perseo, admirado Perseo. Después que cortaste la cabeza de Medusa nadie hubiese pensado que ibas a acabar sobre un muro que mira a un baldío abandonado. Convertido en un animal que deambula entre los dos mundos.


       Los desconocidos que caminan cerca del muro te miran con indiferencia, sin saber que en varias ocasiones salvaste su mundo antiguo e incluso ignoran que llegaste al Hades en vida y volviste, para demostrar que el hombre puede ser corrompido por sus pecados pero aún allí, en la inmunda oscuridad del corazón, es capaz de levantarse con nuevas fuerzas. Este don que hizo temblar a los dioses del Olimpo, ahora convertidos en ruinas y complicadas lecciones de historia, parece olvidada en extensas genealogías que no hacen más que enterrar el brillo que alguna vez tuvimos como especie.
     
     ¿Perseo, en qué te hemos convertido? Simplemente te dedicas a mostrar las garras cuando te sientes amenazado. Entonces aparecen esas manos cariñosas que te rodean y no puedes negar tu conexión espiritual con lo humano que has perdido, porque lo extrañas sin remedio. Tal vez en una próxima vida recuperes tu honor y tu libertad. Pero ahora vives, aullas y te paseas con pasos sigilosos, de habitación en habitación, desconociendo tu pasado. Atrapado entre los dos mundos.




Andrés Benitez

1 de octubre de 2011

EL FINAL DE LA CINTA






Sus pasos cansados que se arrastraban por la avenida no irritaban a nadie, tampoco el sol de la tarde se percataba de sus medias rotas y de su desgastado sacón negro. El terrible calor no la molestaba y su cabello blanco lucía apagado al costado de las rejas que rodeaban al parque. Las personas gritaban, se reían, se saludaban, o simplemente caminaban en su propia mundanidad. Y ella, gastada por los años, miraba sobre su hombro, como quien es perseguido pero a plena luz del día.

Otra vez sus pasos cansados por aquella avenida, en la única companía de su humanidad pero aislada en sus pensamientos, los viejos destellos de belleza se escondían bajo su negro sacón, en esa pollera corta que albergó en algún momento sus juveniles y femeninas piernas. Ahora estaban tapadas por medias gastadas y rotas de color oscuro.

Aparentemente recordaba su vida, lo noté por sus ojos perdidos y porque caminaba con un ritmo pausado. La gente a su alrededor parecía ir muy rápido, o quizás ella iba muy lento, perdida en un mundo de recuerdos y espíritus olvidados. No lo sé, pero bien podría ella ser un espíritu o cierto tipo de sustancia atrapada en el medio de todo, porque no ví que los otros notaran su presencia. Sin embargo, si ella era un fantasma, ¿qué hacía a plena luz del día? ¿Por qué eligió la Avenida Rivadavia, en la vereda del conocido Parque Rivadavia, a las seis menos diez de la tarde para mostrar su perseguida existencia? O es que, aún después de haber cruzado el umbral, se retorna a ciertos lugares donde se han dejado pedazos del corazón abandonados. ¿Es eso posible?

¿Será que la muerte no es más que el final de la cinta? Y, mientras esperamos el cambio de lado, volvemos a visitar esos espacios ajenos al tiempo, tratando de juntar los pedazos del corazón que alguna vez estuvo vivo, pero que... irónicamente, nunca murió del todo.



Andrès Benitez

20 de septiembre de 2011

POLICHINELLE




¡Inaccesible! Como aquella montaña, que para colmo no recuerdo bien si era eso o un monte, el punto es que se llama Fokner. Ubicado en un lugar cuyo nombre es Pichi Traful, que tampoco sé si se escribe así porque está borroso en mi memoria.

Regreso al cauce -a lo de "¡Inaccesible!" por si no lo notaron- con pantalones gastados, con nuevas marcas en la piel y hasta una generosa ironía a disposición de los lectores de este blog. No soy un prestidigitador como dice Piaf en Polichinelle, menos que menos una sonrisa andante, tengo mis momentos, éste no es uno de ellos. Ahora, mientras escribo, la cinemática que me regala una ventana del colectivo me conecta con el recuerdo de ojos y boquitas delicadas.

Todas a la vez me dicen "Andrés, cuenta de mí", "Deseo que me elijas", "Andy dame vida""Recréame con tus palabras". A toda esta tormenta de perfumes le grito con todas mis fuerzas, pero no lo hago en el colectivo porque me señalarían como a un loco, es en mi interior que les pido silencio. Me hacen pensar en situaciones en las que soy el héroe o el comprensivo amante que todo lo permite, una delicada y sombría fantasía que se repite causando asco a mi yo literario. Aborrezco mis poemas, por el mero hecho de que fueran escritos en memoria de aquellos amores inalcanzables.

¡Malditos Defectos!

O mejor dicho...

¡Malditas Virtudes!

De una u otra manera, el amor es para mí la encarnación de la naturaleza en las cosas simples, como una sonrisa, una flor, un árbol seco y solitario en una plazoleta, unas manos femeninas en mi cintura cuando el paseo es de a dos en la calle, una edición de los cuentos de Lovecraft con tapa dura, hasta un simple beso bajo la suave garúa de verano en Bahía Mansa, Chile.

Lo único digerible es que mis defectos o virtudes pueden ser leídas, el descargo de ellas es la liberación de las otras.




Andrés Benitez

2 de agosto de 2011

NOCHE DE MILONGA Y SOLEDAD




















¿Cuánto pesan las penas
cuando ya no queda más
que el corazón para cargarlas?
Las alegrías desaparecen,
la desnudez y el fuego no satisfacen,
aún las sonrisas
ganadas bajo los faroles
no alcanzan.
Ser parte del rito
no significa salvación,
tampoco la integridad corrompida
es fiable para escapar de ésta dimensión.

Así la coraza se endurece
y las vísceras
se resguardan más adentro todavía.
Entonces, en el furor de la pelea
las hemorragias
no desvanecen la conciencia.
Las cicatrices van quedando,
y se quedan para siempre
entre la dermis y los pensamientos.
Tironéan las penas
para coagular una existencia diferente,
ajena a otros
pero cosida a ellos.

Y los recuerdos son palabras,
que en tu boca color de rosa,
color que la naturaleza te predestinó,
traspasan los tiempos
y las distancias.
Y son, finalmente,
el oasis en mi soledad.

¿Entonces así son las cosas?

Fuera de mi corazón
te desenvuelves mejor,
y aún así,
para tenerte aquí
condenaría hasta mi alma.

Guiado por tu perfume
haría cambios,
crearía giros,
ejecutaría cortes en momentos peculiares,
hasta cocinaría suertes
en mesas de pool.
Me perdería en los bares escondidos
esperando el regalo
de tus besos.

Dentro de los tajos,
que se inician
en el mover de tus piernas,
siento que marcan al animal
que duerme dentro.
Coloco suavemente mi mano
en tu espalda,
respiro hondo
el aroma dulce de tu cuello,
tomo tu mano derecha en alto,
señal
que he de guiar este compás.
Mientras
llevo por este suelo
tu cuerpito gentil conmigo.

Aprovecho todo lo que puedo
el hecho de que estés a mi merced,
al menos
en ésta noche oscura...

Noche de milonga y soledad.






Andrés Benitez

28 de julio de 2011

UNA ROSA Y UNA BENDITA NOCHE DESPEJADA

Es simplemente una rosa solitaria, pero si no fuera por el color de sus pétalos el mundo se derrumbaría. Verla una sola vez es suficiente para redimir a un alma condenada, la fuerza de su tallo es la que empuja el torrente sanguíneo de vida a cada parte de nuestro espíritu. Conformando así, el balance real de mi inspiración.

El invierno es el que convierte todo en una larga búsqueda del tesoro, una estación en la cual las trivialidades pierden el sentido, porque el amor a puertas cerradas es más apasionado. Donde también es contenedora de la soledad, y ésta finalmente, portavoz de los caídos.
Fue en el puente de la razón y el desamor, en una vereda cerca de Medina y Olivera, que el brillo ténue de una flor escondida, a la vista de todos los que cruzaban, momentáneamente arrancó mi soledad. Una simple rosa que enamoró mis sentidos.

...

Me encontraba dentro del mundo de las ideas, experimentando el amor de lo natural, hundiendo mi corazón en el seno de los mil besos robados. Cuando las ataduras mecánicas empezaron a tironear mis articulaciones, la desconexión fue inevitable. Estaba perdiendo la cordura dentro de la locura, sentí terror de abandonar aquél lugar de paz, tenía miedo de no volver a encontrar esa luz de nuevo y de volver a vagar en las sombras... temor de deambular una vez más en tierra de rostros borrosos eternamente.

Finalmente, despojado de mis armaduras, convertido en un mortal de sangre y delirios existenciales, fui conducido por los engranajes hasta la prisión de concreto. Sentenciado a exhibir un corazón sin emociones.

Bendita noche despejada... tus ojos se exhiben para locos como yo.








Andrés Benitez

5 de julio de 2011

EL CAFÉ QUE COMPARTEN LOS OTROS

Existen muchos motivos por los cuales te amé.
Pero hay pocos que justifiquen mi partir. No te he dejado, sino que el río me reclama, y aunque las penas atenten contra tu querer, ahí estaré, como siempre, pintón y arreglado.

Me han abandonado bajo los faroles de ésta luna porteña, en la ausencia de tus manos, me vi quebrado y temblando bajo el frío de la soledad. Ahora bailas esta Milonga de Arrabal, con otros tacos, con otras manos que te envuelven. Y sigo aquí, en compañía de mi canto que nunca te deja de extrañar.

Y este pesado bandoneón que suena delante nuestro, es testigo de un encuentro lleno de pasión. Es que en cada corte, ahora tú, me abandonas un poquito más. Sin remedio, acaricio tu espalda y te llevo adonde quiero, adonde deseo que camines, con pesar.
Le pido a gritos a este bandoneón que no detenga su sonar, y que deposite en mis manos la suerte de no dejarte jamás. Porque me ha demostrado la vida, en sus maneras más crueles, que duele mucho la soledad. En este mar de adoquines, es un puñal en mi corazón que tus labios nos descansen en mi sien.



Hay mesas en un bar, que realizan la tarea de sostener los corazones despojados de sentimientos, no sin llamar a su centro botellas y vasos llenos de alcohol.
Las almas errantes, que consumen a bocanadas la nostalgia, se mantienen erguidas en el plano de una subrealidad inaccesible. Concurren una y otra vez a la misma mesa, como si buscaran algo esperado, pero que nunca sucederá.
Ingrato destino el que les toca, serán culpables toda esta corta vida de su devenir. Las preguntas ya no cortan como antes, y los susurros no quiebran más las imágenes que sus rostros representan. Cada trago de realidad es como un viento helado que se cuela entre las persianas y amenaza las pieles calientes de los amantes.
En el café que comparten los otros, el mundo toma forma de oscuridad uniforme, y sólo la ansiedad rescata a los perdidos, a aquellos que logran verla.



Andrés Benitez

29 de junio de 2011

PIERNAS JUNTAS



Me he dejado llevar por el verde de la naturaleza, siendo que está lejos de llenar los vacíos de mi interior. No es que no tenga la fuerza, sino que en la ciudad maldita del pecado no es un color que pueda llevar en mi estandarte.

Por eso el fuego ha quemado mis nervios en su totalidad, y en el cenit de las llamas el rojo inundó mis fronteras. Todo se tornó de ese color.

Subí las escaleras y la invitación me llevó a un sillón de color rojo. Las paredes eran coloradas, entre ellas, cuadros de paisajes verdes, azules y marrones. En efecto, todo parecía rebelarse a los retratos de existencias lejanas, en armonía, un invitación que se extendía desde el sillón como epicentro y todo lo que había a su alrededor, giraban como órbitas celestes.

La templanza tomó forma de luna, la luna tomó forma de felino. Sin manchas, la luna jugaba con los restos de mis pasos cansados, mis ropajes eran el señuelo que buscaba con ansias esa noche. Y fue ahí que, en la observación del fenómeno celeste, el rocío de una estrella roja que pasó por mi izquierda me conquistó. Perseguirla fue mi condena y mi bendición, abandoné la luna en su búsqueda. La estrella con calzado de tango dejaba una estela brillante a cada paso, al compás del bandoneón.

Así era el rito, interminable y corto, cuando el calor de los soles empezaron a calentar las velas del barco, vino la lluvia. Con ella la brisa acompañada de las luces de tus ojos.

Mientras, el rocío flotaba como partículas de luz en la oscuridad de la tormenta. Pero ésta vez no te despedí, no quiero que te alejes de nuevo. Y en tus ojos, veo esa sonrisa que ensancha tus mejillas, me quedo atado de pies y manos a tus pensamientos. También sonrío, suelto mi espada y beso tus manos, es que al volverte a ver renació mi devoción. Tantas luchas y sangre, guerras y caídos, llegas con tus piernas desnudas a desarmar mi realidad a voluntad. Abres la boca y la continuidad de los hechos al fin tiene sentido. ¿Será que eres mi Atenea o eres la sirena que oculta bajo sí los secretos de la Ciudad que Duerme?

Y sentí que no había terminado de atravesar la tormenta, porque tu fuego me insensibiliza. Ahora el huracán golpea mi rostro, y sigo mostrando los dientes a mis desquiciados reflejos en la calle. Entonces entro al bar y estabas ahí, sentada con tus piernas juntas mirando el mar por la ventana, no te percatas del ruido, ni de los latidos del cielo, que pregonan mi adoración a tu sonrisa.



Andrés Benitez

23 de junio de 2011

ESPACIO PARA LAS PALABRAS

1.


Pienso muy bien en tu presencia,
será que me sale muy bien
afirmar mi personalidad mientras
estés presente.

¿Y no hubiera sido mejor,
a pesar de toda esa ira contenida,
que no estuvieras en mi vida?

Te daré una respuesta didáctica,
si es que así lo deseas
si es que así tu credo te lo pide.
Soy y seré aquel que se rebele
a tus reglas,
a tus preceptos,
a tus leyes,
y a tus medias de red.

Aún así, te pido perdón...
pero todavía estoy
enamorado de tu encanto.

2.



Los claros están llenos de bestias de metal y de aluminio, engranajes y pistones, contra natura del ser humano. Las mentes dominantes, las han convertido en extensiones de nuestras piernas.

Y ahí estabas, paseando frente a ellas. Las bestias te adoraban, ninguna osaba amenazarte. El transe era total, ya que no había interferencia en el sol que iluminaba únicamente tu sonrisa. La inmensa urgencia de poseerte me hacía ver líneas a tu alrededor, que se volvían cursivas y luego, se transformaban en palabras.

Así es como te conocí, y así es como te dejé ir.



Andrés Benitez

20 de junio de 2011

PARTIR AL AMANECER


Vientos de lejanía asoman, torpes brincos de mis pies sobre las piedras del acantilado, quiero ver abajo pero la pendiente es muy empinada.
Lentas olas golpean la pared de rocas constantemente, el sonido rugiente de la marejada con el viento arreciante de tormenta llena todo lo demás. Ahí se encontraba mi mayor enemigo, esperándome en la punta del acantilado con su espada, su escudo y su armadura, se reía por debajo de su yelmo y podía oír su risa pese a los relámpagos que iluminaban la oscuridad que se cernía.
Caía la noche. Estábamos los dos enfrentados sin decir palabra. Solo la lluvia hacía sonidos que, combinados con el viento y la naturaleza del lugar, parecían voces clamantes del inframundo.

-Aquí estoy, como pediste. Enhorabuena te he encontrado para hacerte saldar tus cuentas. Tu sangre bañará el filo de mi espada y a partir de ahí nunca más existirás en este mundo. Tu camino te ha traido hasta donde estás, tus pecados más horrendos ¡se acabarán esta noche!

-Y... ¿Por qué tanto odio? Acaso toqué alguna fibra íntima de tui. Cuando te refieres a mis pecados, ¿a cuáles te refieres? Quizás haya alguno con el que te puedas identificar, tal vez sean los mismos que dieron poder a mi espada. Y si Dios quería que yo existiera, hizo un gran trabajo conmigo. Mírate a ti mismo y dime si eres Santo para venir ante mí a blandir tu espada, porque no estás preparado para enfrentarme. No todavía porque no es tu tiempo.

Tan pronto dijo esto, el Oscuro se vio obligado a esquivar una estocada que, de haber impactado en su pecho, lo hubiera matado en segundos.

-¡Ja! Parece que no sabes manejar tu espada más rápido de lo que hablas.

-Puedes fijarte, si es que eres tán rápido, ¿quién está... - en ese instante desapareció. No sabía dónde estaba. Todavía sostenía mi espada cuando lo oí -... detrás de ti?!

Atravesó mi pecho a la altura del hombro. Me desmayé debido a la pérdida de sangre mientras sentía su aliento a la altura de mi cuello.

Use bastón por un año y medio en el hogar de quienes me encontraron, hasta que pude volver a blandir mi espada a la perfección. No pude tomar la vida de ese ser, era más fuerte y veloz que yo.

"...no es tu tiempo."

Esa es la frase que se solidificaba por toda la habitación. Una oportunidad para ser fuerte e ir en su búsqueda. Seguir cabalgando para hallarlo y finalmente acabar con su miserable vida, esa vida que acabó con todo lo que yo conocía, sepultó todos los motivos por los cuales tenía sentido seguir viviendo.
Pero irrevocablemente soy caballero, mi única razón para existir ahora es atravesar con mi espada el corazón del Oscuro.

-¡Escudero! ¡Alista mi caballo! Partimos al amanecer.





Andrés Benitez
(Colaboración: Carlos Horacio Audino)

5 de junio de 2011

LUGAR COMÚN

Se esfuma y reaparece sin avisar, repetitivamente realiza el acto de morir y renacer a lo largo del largometraje que es el viaje. La ventana por la que observo los rostros de desconocidas almas es la portadora de las luminiscencias del más allá.

Y sigo aquí, viendo el cristal mientras se desarrollan los momentos de suspenso, amor, sosiego y felicidad. Sólo hasta el momento que me toque bajar.

Los pensamientos pueden mezclarse con el lugar, se materializan como cuando en Star-Trek se transportaban desde la nave a un planeta. Pero la mejor manera de explicarlo es saber que los espacios no son nada más que una parte del pensamiento. Me doy cuenta de esto cada vez que inicio una aventura, estar en el lugar correcto en el momento correcto es la aventura, buscar el lugar donde uno verdaderamente se sienta conectado con los pensamientos y las ideas. Simplemente vivir cada minuto de la aventura, cuando lo ameriten las circunstancias.

La aventura es solitaria, no todos tienen ganas de vivir la aventura del otro. Pero los que se sientan a gusto de vivirla, estarían encantados de cabalgar esa historia. El humo y la cerveza se combinan de forma perfecta en la dimensión que se crea a cada paso, no tiene sentido volcar al rey en el jaque-mate, porque éste aunque haya perdido todo, no ha perdido la vida. Los pensamientos y el espacio se funden para generar el Limbo, el lugar donde los sentidos y las ideas se materializan llenándolo todo.

Y en la ausencia de aventuras es cuando las penas se regulan a sí mismas, comienzan a mover los engranajes y el Limbo se desarma hasta sus bases. El sueño desaparece y ella también, se vuelve borrosa y se resquebraja lentamente, mientras sus ojos no dejan de mirarme. Luego, en el instante de quietud, la veo humana y con su mirada perdida en otro lugar, a partir de ahí, las historia irremediable e indefectiblemente continúa sin mí.




Andrés Benitez

2 de junio de 2011

Un sol que juega a las escondidas





Quien quiera tomarle la mano a tu corazón, deberá entregar todos los sentidos al rapto de una noche eterna y de un sol que juega a las escondidas.
Sin embargo no es posible en su totalidad, antes hay que pasar incontables fauces en la selva de la soledad, recorrer descalzo los asfaltos y sumergirse en ríos de desamor.


"¿Cuánto falta?"


No hay respuesta para ella todavía, la radio cortó la transmisión.




Andrés Benitez

21 de mayo de 2011

Carencia de Sentidos


Media boca estaba abierta al pronunciar la última sílaba. Mientras el aliento se rebelaba a ser expulsado, los pensamientos se conmocionaban por la aberración de lo visto. Imágenes encadenadas como en una cinta fotográfica no paraban de ocupar el espacio, la oscuridad se cernía filtrándose entre las cintas.

La conciencia se escondía, no quería ver. Los nervios se erguían y las lágrimas empezaban a brotar. Todo lo dicho, no servía. Todo lo hecho, no valía. "¿Qué hacer?" se preguntaba una y otra vez sin medir las protuberancias.

La luces escalonadas que conducen al desierto guiaban la trama del espectáculo. Las cintas dejaban de correr y la oscuridad le ganaba terreno al olvido.



Andrés Benitez

18 de mayo de 2011

Musa de los Viajes Cortos


No hay manera de explicar
la línea de tus mejillas,
si bien ahora pongo de manifiesto
mi problema con ello.

Es que tu boca me reclama sinceridad.

Sin embargo, una mirada boba de mi parte
no te alcanza para entenderme.
Normalmente gano en ese desafío,
pero hoy
no estoy dispuesto a ganar.

Sólo quiero mirarte.



Andrés Benitez

8 de mayo de 2011

REGALO DE MADRUGADA

"Walter: ¡Jeff Lebowski! ¡el otro Jeffrie Lebowski! el millonario.

The Dude: ¡Eso es interesante de cojones, tío!

Walter: Además tiene un patrimonio y evidentemente recursos, así que… no hay ninguna razón, ¡ni una puta razón! ¡para que su mujer vaya por ahí debiendo dinero a media ciudad! ¡y vienen y se mean en tu puta alfombra! ¿Me equivoco?

The Dude: ¡No!


Walter: ¿Me equivoco?

The Dude: Ya pero…

Walter: ¿Lo ves? ¡pues eso! …Esa alfombra daba ambiente a la habitación ¿no es eso?

The Dude: ¡De cojones!

Donnie: Y ese tío la meo ¿no?

Walter: Donnie… ¡vale!


The Dude: ¿Sabes? Ese cap… ¡yo podría encontrar a ese Lebowski de los cojones!

Donnie: ¿Se llama Lebowski? ese es tu nombre

The Dude: ¡Es él quien me debería compensar por la puta alfombra! ¡su mujer va por ahí debiendo dinero a media ciudad! ¿y se mean en mi alfombra?

Walter: Se mean en tu puta alfombra.

The Dude: Se mearon en mi puta alfombra.

Walter: Ahí lo tienes Dude…, se mearon en tu puta alfombra. "

(esto es de "El Gran Lebowski", sólo para ustedes.)          Andrés

11 de abril de 2011

MEDIANERAS

Cruzado Luthier
            A veces la crónica se distingue por sí sola, la velocidad la define y las palabras que elige el narrador le dan forma.

            Hay varios personajes en esta “Crónica del Bafici”, que iremos descubriendo junto a los personajes secundarios generadores de sonrisas.

            A las seis de la tarde me dispuse con las zapatillas y el morral, me cargué un grabador, un cuaderno, una pluma, “El escritor y sus fantasmas” de Ernesto Sabato, tres armónicas –por si acaso-, “Método de Lectura Gradual” por Domingo F. Sarmiento y puchos. Es gracioso pensar en la utilidad de cada cosa que el morral contiene, con las armónicas puedo imaginar un cruce con una guitarra made in Palermo pero con lo demás, me quedo corto en la fantasía.

            Antes de proseguir debería hablar de eventos anteriores. Primero, la cancelación de un “Plan B” cuya justificación dejó mucho que desear. Segundo, amiga en Puerto Madero haciendo un “TP”. Tercero, la pileta sigue siendo barata, está $80.- pileta libre, cuatro veces al mes. Cuarto, la música cristiana apesta, hay buenos músicos pero tienen una limitación, “Dios”. Quinto, es bueno tener un vecino luthier y que además, enfrente la soledad de una manera parecida a la mía. Sexto, compañero de juerga en capilla. Séptimo y ultimo, poner todo por escrito al final de la jornada.

            Volviendo al hilo argumental, no todo estaba perdido porque Vecino y Vecino se transformaron en guerreros para enfrentar la noche porteña, uno seguía al otro, uno promocionaba el evento cultural y al otro le parecía genial y novedoso. En fin, se partió a destino tarde, más exactamente a las 19 horas, cuando la película “Medianeras” en realidad empezaba puntual –después lo pudimos confirmar- a las 19.30 horas. Una buena espera tuvo que pasar el Saladino Sasquatch, la fatiga de una batalla anterior hacía que el Cruzado Luthier tardara, este último no salía de la ducha.

            Bajé directamente, y me detuve a observar el panorama, el clima, las personas, el destino, el sentido de la vida, “Medianeras”, la fotografía de “Medianeras”, los lugares comunes, el deja-vú, el desafío carpe-diem, los pasos, la manera de caminar, el ciclo de la vida, la vida in situ, la escritura, la muerte, todo esto mientras miraba minas. De pronto, detrás de mí un gordo gigante con chomba y pantalón claro, melenudo con canas, junto con otro viejo pelado, canoso por “los costados”, remera roja y jean, llevaban lo que parecía un colchón negro gastado y pesado encima. Lo llevaban con esfuerzo pero no parecía pesado, decían cosas como “¡Dale Gordo! Un poquito más y llegamos” o “Ahí, pará que descansamo”, lo normal, pero no lo era porque el trayecto del ascensor al container de basura era muy corto. Era sospechoso. Los observé detenidamente, llegué a pensar que estarían cansados por desarmar algún mueble o, como mi paranoia me indicaba, podrían estarlo por haber asesinado a dos personas y, por qué no, haberlos descuartizado para que entren en el colchón. Seguro estarían sedientos después de haber forcejeado con las victimas. Hasta podrían haber estado intimando entre ellos antes de bajar a la Planta Baja, y ésa es una muy buena hipótesis ad-hoc.

            Bajó el Cruzado y salió a la puerta donde me encontraba. Y fue en el mismo momento que depositaban el colchón negro en el container.

            -¡Al fin! Qué pesado estaba. -gritó el pelado- parecía un muerto lo que estábamos llevando.

            -¡Shh! –y tomándolo del brazo, el gordo le dijo al oído- No digas eso en voz alta, no ves que la gente puede pensar que es verdad.

            ¿Falta alguna prueba? Podríamos pensar que simplemente fue un chiste de mal gusto, y con los detalles que les di, ¿no les fueron suficientes? ¿Verdad?

            A como si esto fuera poco, el pelado golpeaba el colchón con sus puños. Ahí, ya para ese momento luego de ver todo, nos estalló la cabeza. Simplemente había que partir, caminamos a la parada del colectivo, tomamos el 8 hasta H. Irigoyen y Lima. Pudimos sentarnos cuando subimos, el Cruzado lo hizo primero, luchó y ganó, luego flanqueé un asiento en el fondo y vencí. Parece que esa batalla nos costó más de lo esperado, porque al poco de sentarnos nos invadía el sueño con ataques terribles y sangrientos. Era la lucha mental de no caer, de no perder, de luchar, de no abandonar el cuerpo, de seguir avanzando sobre el enemigo con lo único que tenemos, la fuerza de la voluntad. De trascender la realidad presente, despojarse de las armaduras para sentirse más ligero y seguir en el fragor de la batalla. Sólo se empuña la única, o únicas, espadas del Ser, uno mismo las forja, elige el mineral de las bases del profundo Inconsciente, las calienta, elimina la escoria, vierte el contenido del gran horno al Molde de la Visión, enfría el metal candente con el agua del Sonido, la frescura de la tierra y los amores regalados que abundan en el Origen de los primeros recuerdos. Se afila en el terreno de la vida, en el día a día con las victorias y los amores rescatados, pero a veces se pierde y la espada pierde su filo en la tristeza. En este pensamiento me dormí, más bien, cabeceé.

            Llegamos a H. Irigoyen y Lima, cuando empezamos a caminar ya hablábamos de comprar algo de tomar y de la película, caminamos bastante, recién pudimos comprar las bebidas pasando avenida Corrientes, hasta ahí habíamos caminado más de lo que creímos. Caminamos, caminamos, la cosa es que parecía muy largo el trayecto o nos parecía eso. Nos cruzamos muchos turistas, eran las 19.45 horas en Lavalle y C. Pellegrini, todos los gringos afuera con sus lenguas y expresiones, fue grato ver la variedad de personas que uno no ve a diario, lo feo fue saber que ellos vienen y no tienen ni idea de qué pasa más allá de sus hoteles y viajecitos. Eso es vacacionar, consumir turismo sin tener idea de nada, aunque lo que me gusta es ver a mi generación, mejor dicho, la generación del ’90, han logrado viajar sin ser turistas, son viajeros. Es lindo eso, es un aprendizaje de profunda vitalidad, si no lo hiciéramos fomentaríamos el etnocentrismo característico del ser Argentino, somos Americanos. América de Sur. Una misma tierra hermanada. Pero a mi me gusta el frío, así que me voy al sur y escapo de la guerra, aparte tendría agua pura cerca (eso es relativo). Un poco vago ¿no? Supongo que si me acompaña alguien iría pa’ el norte, que sea útil, que siempre tenga un ancho de espada en la tercera vuelta. Todavía lo busco, y me encantaría que sea una señorita. No piensen mal, hay una realidad técnica: ellas son bonitas, tienen carisma y son mujeres. ¿Algo más? La respuesta es, con todo respeto y analizando experiencias, cuando están difíciles las cosas en algún punto, ellas siempre tienen un ancho de basto, en este caso, estratégico y si por si acaso faltase. Volviendo a la historia, finalmente llegamos.

            -Detrás de esa casa está la pantalla –dije.
            -¿Vos decís?
            -No sé, estimo. ¿Vos decís?
            -No sé.

            En efecto, la pantalla estaba pasando la casona en Cerrito y Juncal. Había gente sentada en el pasto, sillas (todas ocupadas), y la película proyectándose, era la función al aire libre.

            Ahora tengo que hablar de la película, se llama “Medianeras” que, si bien la agarramos comenzada, era la metáfora de que ésas “medianeras”, que son la cara sucia de los edificios, son elementos creados por nosotros mismos (la sociedad) para no poder ver al otro que está cercano. También es una historia de amor, de personas que son cercanas, la medianera tapa sus caras y, por ende, desconocidas entre sí. De cómo también uno, hombre o mujer, enfrenta la vida después de una separación y la búsqueda de aquella persona que vuelva a enamorarnos. Pero éste no es el punto principal, lo que me llamaba mucho la atención para verla era la fotografía de la misma. Te lo puedo explicar, ¿viste esas películas contemplativas con trama simple y grandes imágenes de ciudades cosmopolitas como Paris o New York con sus lugares comunes característicos? Ya sé que parece una pregunta de examen, pero es vital contestarla. Más allá de la respuesta, no hay que abandonar la posibilidad de verla, es una película muy linda visualmente, un buen y colorido largometraje sobre la ciudad de Buenos Aires. Cuya mirada es ver los lugares comunes que uno transita usualmente.

            Ya sé que maté la película con la pregunta, es una buena película, es una cinta que personifica los ideales de lo que fué –o tal vez, lo que nos quedó sin remedio- la generación del ’90.


Andrés Benitez

20 de marzo de 2011

VAIVEN INCIERTO

     Mientras las palabras de Ernesto Sabato eran seguidas, leídas y comprendidas, no pude evitar mirar una sonrisa en el tumulto. Me encontraba atentamente encolerizado con la lectura y activo por la música fuerte, de pronto el destello de la naturaleza, el llamado se hizo presente. Estaba observando un ser de una belleza incomensurable con un brillo de reminiscencia totalmente sexual.

     No era una persona corriente, todo hombre o mujer se dejaría llevar por esa mirada fulminante. Si pudiera darme el lujo de explicar su belleza en toda su magnitud no alcanzarían las palabras. Sin embargo, lo intento sin remedio, apelando a la sensibilidad que, creo yo, han tenido también ustedes alguna vez.

     La pregunta es: ¿Cómo una mirada incierta, una sonrisa regalada, un gesto corporal inusitado pueden llamar tanto nuestra atención?


     Claro está que en nosotros existe la capacidad de poder observar la belleza con detenimiento, entenderla y extasiarse con ella. Este ser, cuyas alas no eran visibles para todos los mortales, no dudaba de su existencia, no callaba su juventud y tampoco silenciaba su belleza. Era, es y será una forma de vida que, descendida y regalada desde lo alto por el determinismo histórico del futuro incierto e impredecible, terminó en ésta dimensión sin quejarse pero con toda su naturaleza a disposición.


     Terrenalmente sus rasgos eran de una perfección irrepetible. Las líneas de su rostro se dibujaban a través de la pantalla de la realidad como las pinceladas abrumadoras de un pintor en transe sobre el lienzo. El tono de su piel se conectaba con lo más profundo de la humanidad, su pelo era del mismo color de los sueños interrumpidos. Y finalmente su sonrisa, como el sol en su esplendor, la luz estaba contenida ahí y no causaba dolor o sufrimiento mirarla, sino que guiaba al perdido, al viajero, al despojado de todo. Para luego, uno por sí mismo darse cuenta que, al mirar sus ojos, ella existe para dar vida.






Andrés Benitez

26 de febrero de 2011

La Fila

     Es como si el equilibrio se hubiera recuperado, me levanté y salí al balcón para corroborarlo. Lo único que supe hasta ese momento era que mis pies pisaban las losas del balcón, luego de eso nada más.

     Ese recuerdo viene a mi mente todo el tiempo, no logro cerrarlo porque es como si fuera algo determinante. Hace unas horas que estoy esperando para que certifiquen la habilitación del local. Pero vuelve una y otra vez, todo el tiempo.


     - Hola, buen día. Vengo a certificar ésta habilitación.

     - A ver, déjeme ver.


     Le entregué el documento con dudas. Ya tenía una incertidumbre rara cuando observaba cómo leía línea por línea la habilitación. Pero mientras lo hacía, empecé a sentir como que me desvanecía, el tiempo corría pero yo estaba ahí detenido. Mis pulsaciones iban dispares, me estaba hundiendo en algún lugar de mi mente o la realidad. Sólo atiné a levantar la mirada y, a través de ella, pedir ayuda. El empleado no me miraba, estaba demasiado concentrado como para fijarse en mi y yo demasiado paralizado para que mi boca se abriera. Simplemente me encontraba ahí, detenido, sufriendo el estigma de mi desaparación espontánea frente a un muro de cristal. Me resigné al destino, a que pase lo que tenía que suceder, sin arbitrio de lo que pudiera acontecerme.

     Con esfuerzo, eché una mirada desde la única posición en la que estaba -si iba a desaparecer de verdad, por lo menos debía recordar el momento-. El empleado seguía concentrado en mis papeles, podía ver el reflejo de las personas detrás mío en el cristal y parecían estar teniendo una parálisis como yo, pero a diferencia de mí, ellos tenían los ojos diferentes. Ojos sin vida ya, asimilados con la parálisis, sin otro motivo de observación que no sea el de ver que avance la fila. ¿Será que me estoy convirtiendo en eso? ¿Ahora sí me estoy volviendo como ellos? ¿Todas mis ideas de Amor, Valor y Honor van a ser encarriladas en una fila eterna junto a la pérdida de mi conciencia?


     Mi yo, ¿estará desapareciendo? ¿Qué es lo que vendrá después?

TIMEOUT!!!


    Andrés Benitez

14 de febrero de 2011

Musa

     Cuando la veo, siempre me parece que se preparó para ése momento en especial. Más bien, como si siempre lo hubiera estado, fuera cual fuere el momento.

     Además de observar su belleza innata, siempre se reproducen frases en mi cabeza espontáneamente. No las voy a escribir, no les daré el gusto, pero suelo regalárselas al viento para que éste, cuando lo crea necesario, las transporte a los oídos de ella.

     Parezco idiota escribiendo así, "románticamente", me veo y me siento un idiota -esto ya lo sabía hace bastante tiempo-, pero qué puedo hacer.


     Me gusta que me inspiren, me gusta sentir el intercambio, me enamora saber que una sonrisa mueve los estantes de mi lógica y razón.

Foto cedida por Ana Pereyra



     Todo esto es lo que hace una "Musa", es su función primordial. Salen las palabras a borbotones cuando tengo que definirla. Ella vale más que las palabras o los sentimientos, en cualquier instante, mirada o movimiento, rompe con lo establecido y se muestra ineludiblemente Hermosa.






Andrés Benitez

2 de febrero de 2011

De Vuelta.

     Al fin escribo, hace bastante que no lo hago o por lo menos para mí, es mucho tiempo. Trataba de cerrar algunas ideas, un modelo, una sustancia o una forma.

    Ahora que puedo escribir y que mi mano no teme deslizarce sobre el papel, me corresponde ahondar mis sentimientos. Caminé mucho, viajé y experimenté el camino -uno corto todavía- con un objetivo claro. Aunque mi destino haya cambiado a pesar de haber cumplido el objetivo, no puedo darme el lujo de no escribir. Puedo abandonar todo pero no esto.

    Mi corazón sigue palpitando con miedos, es normal, solo que ahora avanzo porque he logrado el impulso. Ya no es inercia, quiero ganar, quiero sonreír.


Bahía Manzano


Andrés Benitez

6 de enero de 2011

Mi Vaso de Whisky


            Derrumbado amanecí, no sabía por qué estaba ahí, no entendía cómo apagar el maldito despertador. “¿Cómo llegué hasta acá?” me pregunté una o dos veces.



            Tras el humo que, más que quitar el aire, humedece el corazón roto de un pobre diablo en la barra de un bar. Miro el espejo y no me veo reflejado, miro mi vaso lleno de whisky y parece interminable. Mientras que el sol descansa, las estrellas en forma de focos iluminan el asfalto que acababa de pisar.

            ¿Cuántas luchas se pueden perder en una corta vida? ¿Y en una vida larga? Si fuera una vida mediana, ¿los fracasos y el éxito serían iguales en cantidad?


            Tomo un sorbo y el contenido parece que nunca acabará.


            Meneo el cuello y ya me duele, estuve sentado mucho tiempo así. Pienso que ésa noche repercutirá en mi mañana, pero tomo otro sorbo y el ardor de mi garganta parece aliviar aquella preocupación.

            Pienso luego en los amores que van, en los que vienen, en los que nunca estuvieron a mi alcance, por último en los que nunca existieron. Qué raro es, supongo que el hacer tantas preguntas y, sin más remedio, todavía ser tan joven me darán un comodín al final del camino. Entonces, ¿por qué no lo siento así?

           
            Siento que el piso se abre para tragarme, estoy tan aterrorizado que tomo un sorbo largo de mi vaso. A partir de ahí, la furia de la tierra cesó.

           
            No puedo concentrarme en una cosa, mis pensamientos son como párrafos cortos. Y aunque hay colores brillantes en mi entorno, miro mis pies y parecen muertos. Miro a mis costados y no hay nadie, hasta el barman está alejado en una punta mirando la televisión.

            No tenía nada que hacer, me quedé observando el techo, ese largo entramado de vigas malditas. El cielo oscuro del antro en el que me alojaba, no amenazaba con lluvia, pero yo hubiera querido mucho que una lluvia fresca me empapara, a mí y a mi vaso.



            Un brillo al fondo de la barra me quitó del transe, era a ella a la que estaba esperando.



Andrés Benitez