20 de junio de 2011

PARTIR AL AMANECER


Vientos de lejanía asoman, torpes brincos de mis pies sobre las piedras del acantilado, quiero ver abajo pero la pendiente es muy empinada.
Lentas olas golpean la pared de rocas constantemente, el sonido rugiente de la marejada con el viento arreciante de tormenta llena todo lo demás. Ahí se encontraba mi mayor enemigo, esperándome en la punta del acantilado con su espada, su escudo y su armadura, se reía por debajo de su yelmo y podía oír su risa pese a los relámpagos que iluminaban la oscuridad que se cernía.
Caía la noche. Estábamos los dos enfrentados sin decir palabra. Solo la lluvia hacía sonidos que, combinados con el viento y la naturaleza del lugar, parecían voces clamantes del inframundo.

-Aquí estoy, como pediste. Enhorabuena te he encontrado para hacerte saldar tus cuentas. Tu sangre bañará el filo de mi espada y a partir de ahí nunca más existirás en este mundo. Tu camino te ha traido hasta donde estás, tus pecados más horrendos ¡se acabarán esta noche!

-Y... ¿Por qué tanto odio? Acaso toqué alguna fibra íntima de tui. Cuando te refieres a mis pecados, ¿a cuáles te refieres? Quizás haya alguno con el que te puedas identificar, tal vez sean los mismos que dieron poder a mi espada. Y si Dios quería que yo existiera, hizo un gran trabajo conmigo. Mírate a ti mismo y dime si eres Santo para venir ante mí a blandir tu espada, porque no estás preparado para enfrentarme. No todavía porque no es tu tiempo.

Tan pronto dijo esto, el Oscuro se vio obligado a esquivar una estocada que, de haber impactado en su pecho, lo hubiera matado en segundos.

-¡Ja! Parece que no sabes manejar tu espada más rápido de lo que hablas.

-Puedes fijarte, si es que eres tán rápido, ¿quién está... - en ese instante desapareció. No sabía dónde estaba. Todavía sostenía mi espada cuando lo oí -... detrás de ti?!

Atravesó mi pecho a la altura del hombro. Me desmayé debido a la pérdida de sangre mientras sentía su aliento a la altura de mi cuello.

Use bastón por un año y medio en el hogar de quienes me encontraron, hasta que pude volver a blandir mi espada a la perfección. No pude tomar la vida de ese ser, era más fuerte y veloz que yo.

"...no es tu tiempo."

Esa es la frase que se solidificaba por toda la habitación. Una oportunidad para ser fuerte e ir en su búsqueda. Seguir cabalgando para hallarlo y finalmente acabar con su miserable vida, esa vida que acabó con todo lo que yo conocía, sepultó todos los motivos por los cuales tenía sentido seguir viviendo.
Pero irrevocablemente soy caballero, mi única razón para existir ahora es atravesar con mi espada el corazón del Oscuro.

-¡Escudero! ¡Alista mi caballo! Partimos al amanecer.





Andrés Benitez
(Colaboración: Carlos Horacio Audino)

1 comentario:

sara dijo...

muy bueno