6 de enero de 2011

Mi Vaso de Whisky


            Derrumbado amanecí, no sabía por qué estaba ahí, no entendía cómo apagar el maldito despertador. “¿Cómo llegué hasta acá?” me pregunté una o dos veces.



            Tras el humo que, más que quitar el aire, humedece el corazón roto de un pobre diablo en la barra de un bar. Miro el espejo y no me veo reflejado, miro mi vaso lleno de whisky y parece interminable. Mientras que el sol descansa, las estrellas en forma de focos iluminan el asfalto que acababa de pisar.

            ¿Cuántas luchas se pueden perder en una corta vida? ¿Y en una vida larga? Si fuera una vida mediana, ¿los fracasos y el éxito serían iguales en cantidad?


            Tomo un sorbo y el contenido parece que nunca acabará.


            Meneo el cuello y ya me duele, estuve sentado mucho tiempo así. Pienso que ésa noche repercutirá en mi mañana, pero tomo otro sorbo y el ardor de mi garganta parece aliviar aquella preocupación.

            Pienso luego en los amores que van, en los que vienen, en los que nunca estuvieron a mi alcance, por último en los que nunca existieron. Qué raro es, supongo que el hacer tantas preguntas y, sin más remedio, todavía ser tan joven me darán un comodín al final del camino. Entonces, ¿por qué no lo siento así?

           
            Siento que el piso se abre para tragarme, estoy tan aterrorizado que tomo un sorbo largo de mi vaso. A partir de ahí, la furia de la tierra cesó.

           
            No puedo concentrarme en una cosa, mis pensamientos son como párrafos cortos. Y aunque hay colores brillantes en mi entorno, miro mis pies y parecen muertos. Miro a mis costados y no hay nadie, hasta el barman está alejado en una punta mirando la televisión.

            No tenía nada que hacer, me quedé observando el techo, ese largo entramado de vigas malditas. El cielo oscuro del antro en el que me alojaba, no amenazaba con lluvia, pero yo hubiera querido mucho que una lluvia fresca me empapara, a mí y a mi vaso.



            Un brillo al fondo de la barra me quitó del transe, era a ella a la que estaba esperando.



Andrés Benitez