5 de junio de 2011

LUGAR COMÚN

Se esfuma y reaparece sin avisar, repetitivamente realiza el acto de morir y renacer a lo largo del largometraje que es el viaje. La ventana por la que observo los rostros de desconocidas almas es la portadora de las luminiscencias del más allá.

Y sigo aquí, viendo el cristal mientras se desarrollan los momentos de suspenso, amor, sosiego y felicidad. Sólo hasta el momento que me toque bajar.

Los pensamientos pueden mezclarse con el lugar, se materializan como cuando en Star-Trek se transportaban desde la nave a un planeta. Pero la mejor manera de explicarlo es saber que los espacios no son nada más que una parte del pensamiento. Me doy cuenta de esto cada vez que inicio una aventura, estar en el lugar correcto en el momento correcto es la aventura, buscar el lugar donde uno verdaderamente se sienta conectado con los pensamientos y las ideas. Simplemente vivir cada minuto de la aventura, cuando lo ameriten las circunstancias.

La aventura es solitaria, no todos tienen ganas de vivir la aventura del otro. Pero los que se sientan a gusto de vivirla, estarían encantados de cabalgar esa historia. El humo y la cerveza se combinan de forma perfecta en la dimensión que se crea a cada paso, no tiene sentido volcar al rey en el jaque-mate, porque éste aunque haya perdido todo, no ha perdido la vida. Los pensamientos y el espacio se funden para generar el Limbo, el lugar donde los sentidos y las ideas se materializan llenándolo todo.

Y en la ausencia de aventuras es cuando las penas se regulan a sí mismas, comienzan a mover los engranajes y el Limbo se desarma hasta sus bases. El sueño desaparece y ella también, se vuelve borrosa y se resquebraja lentamente, mientras sus ojos no dejan de mirarme. Luego, en el instante de quietud, la veo humana y con su mirada perdida en otro lugar, a partir de ahí, las historia irremediable e indefectiblemente continúa sin mí.




Andrés Benitez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estupendo!