9 de enero de 2012

RENACIMIENTO DE MILES DE PALABRAS NO DICHAS




     Cuando la carne se funde en el calor de los besos no queda más remedio que  forzar el gemido de placer. Inventado o no, la respiración se altera y los suspiros toman el color rosado de las paredes húmedas del corazón, las presentaciones y máscaras se vuelven opacas e incapaces de sostener el muro que separa a los géneros en guerra.

     La piel se regenera y se une, con nervios y todo, al rito de corrupción y renacimiento de las miles de palabras no dichas. Pero son sólo los ojos las puertas de la verdadera verdad, que se oculta tras las gotas de sudor.

     Las prendas molestan y son deshechadas por sus dueños, ya no existe la necesidad de tapar la denudez, la perfección no usa ropa y tampoco la belleza tiene vergüenza de mostrarse tal cual es... así: simplemente bella.

     El sentido del olfato se agudiza y los aromas lo inundan todo, el cuerpo libera sus propios perfumes para avivar el fuego contenido, escondido detrás de la razón que todo lo condena.




Andrés Benitez

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