28 de julio de 2011

UNA ROSA Y UNA BENDITA NOCHE DESPEJADA

Es simplemente una rosa solitaria, pero si no fuera por el color de sus pétalos el mundo se derrumbaría. Verla una sola vez es suficiente para redimir a un alma condenada, la fuerza de su tallo es la que empuja el torrente sanguíneo de vida a cada parte de nuestro espíritu. Conformando así, el balance real de mi inspiración.

El invierno es el que convierte todo en una larga búsqueda del tesoro, una estación en la cual las trivialidades pierden el sentido, porque el amor a puertas cerradas es más apasionado. Donde también es contenedora de la soledad, y ésta finalmente, portavoz de los caídos.
Fue en el puente de la razón y el desamor, en una vereda cerca de Medina y Olivera, que el brillo ténue de una flor escondida, a la vista de todos los que cruzaban, momentáneamente arrancó mi soledad. Una simple rosa que enamoró mis sentidos.

...

Me encontraba dentro del mundo de las ideas, experimentando el amor de lo natural, hundiendo mi corazón en el seno de los mil besos robados. Cuando las ataduras mecánicas empezaron a tironear mis articulaciones, la desconexión fue inevitable. Estaba perdiendo la cordura dentro de la locura, sentí terror de abandonar aquél lugar de paz, tenía miedo de no volver a encontrar esa luz de nuevo y de volver a vagar en las sombras... temor de deambular una vez más en tierra de rostros borrosos eternamente.

Finalmente, despojado de mis armaduras, convertido en un mortal de sangre y delirios existenciales, fui conducido por los engranajes hasta la prisión de concreto. Sentenciado a exhibir un corazón sin emociones.

Bendita noche despejada... tus ojos se exhiben para locos como yo.








Andrés Benitez

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